Has dicho mil veces que ya lo superaste. Que ya no te duele. Que eso quedó en el pasado. Y sin embargo, de repente, algo lo vuelve a traer. Un comentario, una situación parecida, una persona con una actitud que te recuerda a alguien… y sientes ese nudo en la garganta, ese vacío en el estómago.

A veces nos convencemos de que hemos sanado porque el tiempo ha pasado, porque ya no hablamos de eso, porque «no queremos revolver el pasado». Pero el cuerpo, la mente, el corazón tienen memoria. Y aunque te repitas que ya lo dejaste atrás, hay momentos, personas, situaciones que tocan justo en ese punto sensible y te das cuenta de que, en realidad, el dolor sigue ahí.

No se trata de dramatizar ni de quedarse anclada en lo que fue, pero tampoco de fingir que algo no te sigue afectando solo porque ya «debería estar superado». Porque no, sanar no es una cuestión de tiempo, ni de esconder el dolor, ni de hacer como si nunca hubiera pasado. Sanar es un proceso, y a veces, ese proceso implica darte cuenta de que algo que creías resuelto, en realidad sigue pesando.

No hay un tiempo exacto para dejar de sentir, ni una fecha de caducidad para el dolor. Y eso está bien. Lo que no está bien es ignorarlo, mirar para otro lado, fingir que no pasa nada cuando algo por dentro te sigue arañando. Porque tarde o temprano, la herida encuentra la forma de hablar, ya sea en forma de ansiedad, de evitación, de miedo a ciertas situaciones o personas, de ese nudo en la garganta que no se va.

Y aquí viene la parte incómoda: saber que algo duele es fácil, pero hacer algo con eso es otra historia. Es más fácil decir «ya lo superé» que enfrentarse al hecho de que hay cosas que aún duelen, que quizás hay conversaciones que nunca tuviste, emociones que reprimiste, cosas que no te permitiste sentir.

Pero, ¿y si en lugar de huir, te permitieras observar? No para quedarte atrapada en el dolor, sino para entenderlo, para darte cuenta de lo que aún necesitas, para que la próxima vez que esa herida se asome, no tengas que taparla con otra curita y seguir como si nada.

Sanar no es olvidar. No es borrar lo que pasó. Es aprender a mirarlo de frente sin que te destruya, sin que te controle, sin que defina quién eres hoy.

Así que si te duele, no significa que hayas fallado en «superarlo». Solo significa que hay algo ahí que todavía necesita ser visto. Y está bien.

Sofía Alonso Díaz